martes, 25 de marzo de 2014

Encuentro Catequistas Referentes Parroquiales de Zona Junta Diocesana de Catequistas


        

Encuentro Catequistas Referentes Parroquiales de Zona
Junta Diocesana de Catequistas
                   Marzo, año del Señor, 2014


Renovados en el latir de la FE.  Contagiamos la fragancia de Jesús Resucitado.-

En el Anuncio Kerygmático del Gozo de la Evangelización,  provocando el encuentro con
Cristo Jesús en el servicio catequístico diocesano en nuestra zona.

Ambientación:

                       Orden del Día

 Nos Re-encontramos.-
                Oración.-
                 Proclamación de la Palabra:  
                                                 Me.P.E.C.  ( medito, pienso, escucho y comparto)

 Iluminación:   Reflexión desde la  Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium.-
                                              A cargo del sacerdote

 Tiempo Libre para Compartir

Hacemos memoria de lo que nos hemos propuesto para acompañar en nuestro hacer la catequesis.

Ø  Estar comunicados.-      Grilla : junta- Delegados- Referente Pquial.-
Ø  Participación de 2 cateq. referentes por pquia y 1 por cada capilla o centro.-
Ø  Importancia de participar de estas instancias zonales.-
Ø   
Ø  Ser puente entre los catequistas de las pquias, capillas o centros , en la zona
y con la junta diocesana de catequesis.-

Con miradas largas y con un horizonte amplio, veamos lo programado en la Agenda para este 2014:

v  Retiros Zonales.-           
v  Seminario Diocesano de Formación catequística en Zonas y Regional.- 
v  Encuentro Diocesano de Catequistas.-
v  Día del Catequista.-
v  Economía y Recursos de la Junta Dioc. de Cateq.
v  *
v  Asamblea Diocesana de Catequesis.-
v  Otros Temas,  fechas y encuentros de importancia Diocesana.-
ü  Fiestas Patronales, compartir en las celebraciones.-
ü  Peregrinación al Santuario de María Inmaculada de la Concordia en Federación.-
ü  Jornadas de Formación y Reflexión Pastoral – C.P.D.-
ü  Asamblea Pastoral Diocesana C.P.D.-
Oración  y bendición final.-



Renovados en el latir de la FE.  Contagiamos la fragancia de Jesús Resucitado.-

 


Algunas conclusiones del compartir los catequistas
en encuentro de Junta ampliada de fecha: 14-12-13     


ü Estar en la Junta es una riqueza especial, me he sentido parte chiquita.
ü Se proclama y cuesta accionar al respecto.
ü No se tiene una verdadera pertenencia en este servicio. ¿Cómo podemos hacer? ¿Qué recurso hacer? ¿Qué nos está faltando?
ü La beatificación de Brochero, el encuentro de jóvenes, el año de la fe, Encuentro Internacional de Catequesis, fueron de importancia para el andar de la catequesis.
ü Tener al Papa Francisco y la grandeza de Benedicto.
ü La actividad de la diócesis tiene muchas riquezas, hay oportunidades.
ü Los resultados del Congreso hay que hacerlos refrotar.
ü Mi participación fue floja y poca.
ü En el seminario diocesano semi-presencial zonal me hubiese gustado estar, me pareció una cosa extraordinaria para los que han abierto el corazón.
ü Desde la junta fui enriquecida y aprendí mucho.
ü Acompañamiento y visiteo a catequistas retirados, más alejados.
ü En algunos casos no hay un compartir los catequistas con sus delegados. 
ü Mucha expectativa con el seminario.
ü Se afianzo lazos entre algunas parroquias para animar a otros, disfrute de momentos.

Algunos aportes de Monseñor a la Junta.

v Como catequistas vivir con gozo el Evangelio.
v Agradecimiento a cada uno de nosotros por el trabajo desde la junta a la diócesis.
v Tener un profundo respeto por las obligaciones familiares.
v Esfuerzo para llevar adelante este servicio, (como junta) pero muchas veces la parroquia nos tironea, también está el corazón de cada uno puesto en su parroquia,
no siempre se la quiere dejar.
v Hay que madurar determinadas opciones, ya que es una riqueza enorme sentirse
capaz para este servicio diocesano. También el decir No puedo es bueno.

Propuestas que surgieron para el 2014.

v Trabajar a partir de este año desde la exhortación apostólica  EVANGELII  GAUDIUM: (El gozo del Evangelio, anuncio del Evangelio).
v Formación del catequista como prioridad. Aprovechar deferentes oportunidades.
v Insistir en las parroquias comunidad, como lugar de formación.
v Alentar desde el servicio que prestamos como integrantes de la junta ampliada,
entre nosotros y los catequistas parroquiales .
v No olvidando este servicio desde el entusiasmo, la alegría y la cercanía.
v Pensar en volver a poner en marcha el seminario a distancia, con un equipo
preparado y organizado que acompañe.



Junta Diocesana de Catequistas  ”Ampliada” 
Febrero, año del Señor 2014

Renovados en el latir de la FE.  Contagiamos la fragancia de Jesús Resucitado.-


Las propuestas del papa Francisco para anunciar

el evangelio en el mundo actual


La exhortación apostólica Evangelii Gaudium, sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, es el primer documento del que es único responsable el papa Francisco, tras la encíclica Lumen fidei escrita “a cuatro manos” en el que Bergoglio tan solo aportó algunos matices a un trabajo completamente elaborado por su antecesor, Benedicto XVI.
En este documento, Francisco ofrece una visión motivadora e interpelante acerca del espíritu misionero y evangelizador de la Iglesia, a partir de una transformación misionera en la que no rehúye un análisis de la sociedad actual y ofrece claves para el anuncio evangélico en el mundo actual.
En este anuncio se hace especial hincapié en dos cuestiones sociales, como son “la inclusión social de los pobres” y “la paz y el diálogo social”, para incluir como colofón la influencia del Espíritu Santo en el anuncio misionero y el ejemplo de la Virgen María como “Madre de la Iglesia evangelizadora”.
La exhortación está estructurada en una introducción y cinco capítulos: “La transformación misionera de la Iglesia”, “En la crisis del compromiso comunitario”, “El anuncio del Evangelio”, “La dimensión social de la evangelización” y “Evangelizadores con espíritu”. A continuación, ofrecemos algunos extractos de los puntos principales de cada capítulo.
“Un evangelizador no debería tener
permanentemente cara de funeral.
Recobremos y acrecentemos el fervor”.
Introducción: La alegría del Evangelio
  • “El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y permanente” (n. 2).
  • “El bien siempre tiende a comunicarse. Toda experiencia auténtica de verdad y de belleza busca por sí misma su expansión, y cualquier persona que viva una profunda liberación adquiere mayor sensibilidad ante las necesidades de los demás. Comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla” (n. 9).
  • “Por consiguiente, un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral. Recobremos y acrecentemos el fervor, ‘la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas (…) Y ojalá el mundo actual —que busca a veces con angustia, a veces con esperanza— pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo’” (n. 10)
  • “Todos tienen el derecho de recibir el Evangelio. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable. La Iglesia no crece por proselitismo sino «por atracción»” (n. 14).
“Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado
para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación”.

 Capítulo I: La transformación misionera de la Iglesia
  • “La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan. ‘Primerear’: sepan disculpar este neologismo. La comunidad evangelizadora experimenta que el Señor tomó la iniciativa, la ha primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos. Vive un deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva. ¡Atrevámonos un poco más a primerear!” (n. 24)
  • “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación” (n. 27)
  • “En su constante discernimiento, la Iglesia también puede llegar a reconocer costumbres propias no directamente ligadas al núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas a lo largo de la historia, que hoy ya no son interpretadas de la misma manera y cuyo mensaje no suele ser percibido adecuadamente.
Pueden ser bellas, pero ahora no prestan el mismo servicio en orden a la transmisión del Evangelio. No tengamos miedo de revisarlas. Del mismo modo, hay normas o preceptos eclesiales que pueden haber sido muy eficaces en otras épocas pero que ya no tienen la misma fuerza educativa como cauces de vida” (n. 43).
  • “Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo. Repito aquí para toda la Iglesia lo que muchas veces he dicho a los sacerdotes y laicos de Buenos Aires: prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades” (n. 49).
“Hoy tenemos que decir no a una economía de la exclusión y la inequidad.
Esa economía mata”.
Capítulo II: En la crisis del compromiso comunitario
  • “Así como el mandamiento de ‘no matar’ pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir ‘no a una economía de la exclusión y la inequidad’. Esa economía mata. (…) Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. (…) En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del ‘derrame’, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando” (nn. 53 y 54).
  • “El proceso de secularización tiende a reducir la fe y la Iglesia al ámbito de lo privado y de lo íntimo. Además, al negar toda trascendencia, ha producido una creciente deformación ética, un debilitamiento del sentido del pecado personal y social y un progresivo aumento del relativismo, que ocasionan una desorientación generalizada, especialmente en la etapa de la adolescencia y la juventud, tan vulnerable a los cambios. (…) El individualismo posmoderno y globalizado favorece un estilo de vida que debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos entre las personas, y que desnaturaliza los vínculos familiares” (nn. 64 y 67).
  • “Nuestro dolor y nuestra vergüenza por los pecados de algunos miembros de la Iglesia, y por los propios, no deben hacer olvidar cuántos cristianos dan la vida por amor: ayudan a tanta gente a curarse o a morir en paz en precarios hospitales, o acompañan personas esclavizadas por diversas adicciones en los lugares más pobres de la tierra, o se desgastan en la educación de niños y jóvenes, o cuidan ancianos abandonados por todos, o tratan de comunicar valores en ambientes hostiles, o se entregan de muchas otras maneras que muestran ese inmenso amor a la humanidad que nos ha inspirado el Dios hecho hombre” (n. 76).
  • “Cuando más necesitamos un dinamismo misionero que lleve sal y luz al mundo, muchos laicos sienten el temor de que alguien les invite a realizar alguna tarea apostólica, y tratan de escapar de cualquier compromiso que les pueda quitar su tiempo libre. Hoy se ha vuelto muy difícil, por ejemplo, conseguir catequistas capacitados para las parroquias y que perseveren en la tarea durante varios años. Pero algo semejante sucede con los sacerdotes, que cuidan con obsesión su tiempo personal” (n. 81).
  • “La mundanidad espiritual, que se esconde detrás de apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia, es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal” (n. 91).
  • “Las reivindicaciones de los legítimos derechos de las mujeres, a partir de la firme convicción de que varón y mujer tienen la misma dignidad, plantean a la Iglesia profundas preguntas que la desafían y que no se pueden eludir superficialmente.
El sacerdocio reservado a los varones, como signo de Cristo Esposo que se entrega en la Eucaristía, es una cuestión que no se pone en discusión, pero puede volverse particularmente conflictiva si se identifica demasiado la potestad sacramental con el poder.

No hay que olvidar que cuando hablamos de la potestad sacerdotal ‘nos encontramos en el ámbito de la función, no de la dignidad ni de la santidad’. El sacerdocio ministerial es uno de los medios que Jesús utiliza al servicio de su pueblo, pero la gran dignidad viene del Bautismo, que es accesible a todos” (n. 194).
“La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita,
donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado
y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio”.


Capítulo III: El anuncio del Evangelio
  • “Ser Iglesia es ser Pueblo de Dios, de acuerdo con el gran proyecto de amor del Padre. Esto implica ser el fermento de Dios en medio de la humanidad. Quiere decir anunciar y llevar la salvación de Dios en este mundo nuestro, que a menudo se pierde, necesitado de tener respuestas que alienten, que den esperanza, que den nuevo vigor en el camino. La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio” (n. 114).
  • “En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo misionero (cf. Mt 28,19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones. La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados” (n. 120)
  • “La homilía no puede ser un espectáculo entretenido, no responde a la lógica de los recursos mediáticos, pero debe darle el fervor y el sentido a la celebración. Es un género peculiar, ya que se trata de una predicación dentro del marco de una celebración litúrgica; por consiguiente, debe ser breve y evitar parecerse a una charla o una clase” (pto. 138).
  • “Otra característica es el lenguaje positivo. No dice tanto lo que no hay que hacer, sino que propone lo que podemos hacer mejor. En todo caso, si indica algo negativo, siempre intenta mostrar también un valor positivo que atraiga, para no quedarse en la queja, el lamento, la crítica o el remordimiento” (n. 159).
  • “Hemos redescubierto que también en la catequesis tiene un rol fundamental el primer anuncio o ‘kerygma’, que debe ocupar el centro de la actividad evangelizadora y de todo intento de renovación eclesial. El kerygma es trinitario. Es el fuego del Espíritu que se dona en forma de lenguas y nos hace creer en Jesucristo, que con su muerte y resurrección nos revela y nos comunica la misericordia infinita del Padre. En la boca del catequista vuelve a resonar siempre el primer anuncio: ‘Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte’” (n. 164).
“Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas,
sin influencia alguna en la vida social y nacional.
Una auténtica fe siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo”.



Capítulo IV: La dimensión social de la evangelización
  • “Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos. ¿Quién pretendería encerrar en un templo y acallar el mensaje de san Francisco de Asís y de la beata Teresa de Calcuta? Ellos no podrían aceptarlo. Una auténtica fe —que nunca es cómoda e individualista— siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por la tierra” (n. 183).

  • “La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar, no solo por una exigencia pragmática de obtener resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la vuelve frágil e indigna y que solo podrá llevarla a nuevas crisis. Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, solo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales” (n. 202).
  • “¡Pido a Dios que crezca el número de políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente eficazmente a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de nuestro mundo! La política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común (…) ¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres!” (pto. 205)
  • “Entre esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo. Frecuentemente, para ridiculizar alegremente la defensa que la Iglesia hace de sus vidas, se procura presentar su postura como algo ideológico, oscurantista y conservador. Sin embargo, esta defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano. Supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo. Es un fin en sí mismo y nunca un medio para resolver otras dificultades. Si esta convicción cae, no quedan fundamentos sólidos y permanentes para defender los derechos humanos, que siempre estarían sometidos a conveniencias circunstanciales de los poderosos de turno. La sola razón es suficiente para reconocer el valor inviolable de cualquier vida humana, pero si además la miramos desde la fe, ‘toda violación de la dignidad personal del ser humano grita venganza delante de Dios y se configura como ofensa al Creador del hombre’” (n. 213).
  • “Precisamente porque es una cuestión que hace a la coherencia interna de nuestro mensaje sobre el valor de la persona humana, no debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre esta cuestión. Quiero ser completamente honesto al respecto. Este no es un asunto sujeto a supuestas reformas o ‘modernizaciones’. No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana. Pero también es verdad que hemos hecho poco para acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas angustias, particularmente cuando la vida que crece en ellas ha surgido como producto de una violación o en un contexto de extrema pobreza. ¿Quién puede dejar de comprender esas situaciones de tanto dolor?” (n. 214)



  • “La Iglesia no pretende detener el admirable progreso de las ciencias. Al contrario, se alegra e incluso disfruta reconociendo el enorme potencial que Dios ha dado a la mente humana. Cuando el desarrollo de las ciencias, manteniéndose con rigor académico en el campo de su objeto específico, vuelve evidente una determinada conclusión que la razón no puede negar, la fe no la contradice. Los creyentes tampoco pueden pretender que una opinión científica que les agrada, y que ni siquiera ha sido suficientemente comprobada, adquiera el peso de un dogma de fe.
Pero, en ocasiones, algunos científicos van más allá del objeto formal de su disciplina y se extralimitan con afirmaciones o conclusiones que exceden el campo de la propia ciencia. En ese caso, no es la razón lo que se propone, sino una determinada ideología que cierra el camino a un diálogo auténtico, pacífico y fructífero” (n. 243).
  • “Un sano pluralismo, que de verdad respete a los diferentes y los valore como tales, no implica una privatización de las religiones, con la pretensión de reducirlas al silencio y la oscuridad de la conciencia de cada uno, o a la marginalidad del recinto cerrado de los templos, sinagogas o mezquitas. Se trataría, en definitiva, de una nueva forma de discriminación y de autoritarismo.
  •  
  • El debido respeto a las minorías de agnósticos o no creyentes no debe imponerse de un modo arbitrario que silencie las convicciones de mayorías creyentes o ignore la riqueza de las tradiciones religiosas. Eso a la larga fomentaría más el resentimiento que la tolerancia y la paz” (n. 255).
“La misión en el corazón del pueblo
no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar.
Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme.
Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo”.

Capítulo V: Evangelizadores con espíritu
  • “Una evangelización con espíritu es muy diferente de un conjunto de tareas vividas como una obligación pesada que simplemente se tolera, o se sobrelleva como algo que contradice las propias inclinaciones y deseos. ¡Cómo quisiera encontrar las palabras para alentar una etapa evangelizadora más fervorosa, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin y de vida contagiosa! Pero sé que ninguna motivación será suficiente si no arde en los corazones el fuego del Espíritu” (n. 261).
  • “La misión en el corazón del pueblo no es una parte de mi vida, o un adorno que me puedo quitar; no es un apéndice o un momento más de la existencia. Es algo que yo no puedo arrancar de mi ser si no quiero destruirme. Yo soy una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo. Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar. Allí aparece la enfermera de alma, el docente de alma, el político de alma, esos que han decidido a fondo ser con los demás y para los demás. Pero si uno separa la tarea por una parte y la propia privacidad por otra, todo se vuelve gris y estará permanentemente buscando reconocimientos o defendiendo sus propias necesidades. Dejará de ser pueblo” (n. 273).
  • “Con el Espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María. Ella reunía a los discípulos para invocarlo (Hch 1,14), y así hizo posible la explosión misionera que se produjo en Pentecostés. Ella es la Madre de la Iglesia evangelizadora y sin ella no terminamos de comprender el espíritu de la nueva evangelización. (…) Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes” (nn. 284 y 288).








      

          Camino Pastoral Diocesano   
Asamblea Pastoral
Concordia, 08 de marzo de 2014


La exhortación apostólica Evangelii Gaudium (La alegría del Evangelio) del Papa Francisco fue escrita como documento postsinodal del sínodo sobre “La nueva evangelización para la transmisión de la fe”, convocado por su antecesor el Papa Benedicto XVI, y celebrado del 7 al 28 de octubre de 2012.
 Recordemos. Las encíclicas son cartas públicas y formales del Sumo Pontífice que expresan su enseñanza en materia de gran importancia. Las exhortaciones apostólicas son documentos pastorales que generalmente se promulgan después de la reunión de un Sínodo de Obispos, donde el Pontífice, recogiendo sus proposiciones, orienta con su Magisterio la acción pastoral de la Iglesia. También pueden ser escritas por otras razones.

La exhortación Evangelii Gaudium está dividida en una presentación y cinco capítulos. Dedicados a:
 La transformación misionera de la Iglesia
 En la crisis del compromiso comunitario
 El anuncio del Evangelio
 La dimensión social de la evangelización
 Evangelizadores con espíritu.

 Evangelii Gaudium está escrita bajo la luz de la alegría para alentar el entusiasmo evangelizador en el mundo contemporáneo. La alegría del Evangelio es el gozo del evangelizador. Hacia este núcleo se orienta todo el contenido del nuevo documento que el Papa Francisco ofrece a la Iglesia para delinear los caminos del compromiso pastoral que la ocuparán en el futuro cercano.
 El Papa propone una Iglesia no autorreferencial y cerrada sobre sí, sino en permanente salida misionera particularmente hacia todas las periferias humanas, con una búsqueda de cercanía a todos los hombres en su situación. La suya es una invitación a recuperar una visión profética y positiva de la realidad, sin por ello dejar de ver las dificultades.
El Papa Francisco infunde valentía e invita a mirar hacia adelante no obstante las dificultades culturales, sociales y eclesiales, haciendo una vez más de la cruz y de la resurrección de Cristo la “insignia de la victoria” (85). Y desde esta visión, exhorta a vivir “una nueva etapa evangelizadora, llena de fervor y dinamismo” (17).
Evangelii Gaudium es un llamado a aprovechar el momento de gracia que la Iglesia está viviendo para emprender con fe, convicción y entusiasmo la nueva etapa del camino de la evangelización.
 

 El “telón de fondo”, por así decirlo, de la Exhortación es el Concilio Vaticano II, y muy en particular la Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium; y la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, Gaudium et Spes.  En varias ocasiones el Papa Francisco hace referencia a las “Proposiciones” del Sínodo de octubre de 2012, mostrando que la contribución sinodal ha sido el punto de referencia fundamental para la redacción de la Exhortación.
 Pero, el texto va más allá de las propuestas del Sínodo. El Papa imprime en estas páginas su anterior experiencia pastoral, y también la experiencia latinoamericana, especialmente reflejada en el Documento de Aparecida.
 Debemos leer Evangelii Gaudium en clara continuidad con Evangelli Nuntiandi (1975) del Papa Pablo VI, sobre la Evangelización del mundo moderno, citada varias veces. Francisco toma pié en este documento para expresar el espíritu que debe animar la obra evangelizadora:

 “Un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral.
Recobremos y acrecentemos el fervor, «la dulce y confortadora alegría de evangelizar, incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas […] Y ojalá el mundo actual –que busca a veces con angustia, a veces con esperanza– pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo» (EN 80)” (10).

 En la obra evangelizadora “el primado es siempre de Dios, que quiso llamarnos a colaborar con Él e impulsarnos con la fuerza de su Espíritu”. En el corazón de esta obra está Jesús “el primero y el más grande evangelizador”, quien llama hoy a cada uno de nosotros a participar con él en la obra de salvación (12). Se trata de un “anuncio renovado”, pero “en realidad, su centro y esencia es siempre el mismo: el Dios que manifestó su amor inmenso en Cristo muerto y resucitado” (11).

 La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana convoca a todos y se realiza fundamentalmente en tres ámbitos (14):
 El ámbito de la pastoral ordinaria.
 El ámbito de las personas bautizadas que no viven las exigencias del Bautismo.
 El ámbito de quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado.

 “La acción misionera es el paradigma de cualquier obra de la Iglesia” (15). En siete puntos el Papa propone “algunas líneas que puedan alentar y orientar en toda la una nueva etapa evangelizadora” (17):
a) La reforma de la Iglesia en salida misionera.
b) Las tentaciones de los agentes pastorales.
c) La Iglesia entendida como la totalidad del Pueblo de Dios que evangeliza.
d) La homilía y su preparación.
e) La inclusión social de los pobres.
f) La paz y el diálogo social.
g) Las motivaciones espirituales para la tarea misionera.

 El elemento que mantiene unidas estas temáticas se concentra en el amor misericordioso de Dios que sale al encuentro de cada persona para manifestar el corazón de su revelación: la vida de cada persona adquiere sentido en el encuentro con
Jesucristo y en la alegría de compartir esta experiencia de amor con los demás (8).

 El primer capítulo, “La transformación misionera de la Iglesia”, se desarrolla a la luz de la reforma de la Iglesia en clave misionera, llamada a “salir” de sí misma para encontrar a otros. Lo que el Papa expresa en estas páginas es la “dinámica del éxodo y del don de salir de sí, del caminar y del sembrar siempre de nuevo, siempre más” (21). La Iglesia que debe hacer suya la “intimidad de Jesús que es una intimidad itinerante” (23).

 El Papa, como ya es habitual, nos sacude con algunas expresiones impactantes, y también crea neologismos para hacer entender la naturaleza misma de la acción evangelizadora. Entre ellos, por ejemplo, “primerear”; esto quiere decir que el Señor tomó la iniciativa en el amor, pero la Iglesia debe seguir el mismo camino, “y, por eso, ella sabe adelantarse, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos. Vive un inagotable deseo de ofrecer misericordia” (24); va tras las huellas mismas de Cristo.
 El Papa Francisco vuelve a proponer con vehemencia la exigencia de la “pastoral en conversión”. Esto significa pasar de una visión estática y administrativa de la pastoral a una perspectiva misionera, mejor aún, a una pastoral en “estado permanente de misión”. Y presenta “la conversión eclesial como la apertura a una permanente reforma de sí por fidelidad a Jesucristo” (25). Así como existen estructuras que facilitan y sostienen la pastoral misionera, lamentablemente también “hay eclesiales que pueden terminar condicionando el dinamismo evangelizador” 26). Esto obliga entonces a la audacia de ser creativos para repensar la evangelización.

La Iglesia es una “Madre de corazón abierto” (46)

 El segundo capítulo, “En la crisis del compromiso comunitario” está dedicado a acoger los desafíos del mundo contemporáneo y a superar las fáciles tentaciones de los agentes pastorales que minan la nueva evangelización.
 Los desafíos de la nueva evangelización deberían ser asumidos más como una oportunidad para crecer y no como un motivo para caer en depresión. Hay que desterrar entonces “el sentido de la derrota” (85).

 En el tercer capítulo de la Exhortación, “El anuncio del Evangelio”, hay una visión de totalidad: todo el Pueblo de Dios anuncia el Evangelio (111); el Evangelio es para todos, encarnándose en todos los pueblos con su diversidad de rostros y culturas (115).
La evangelización no está reservada ni puede ser delegada a un grupo particular.
Todos los bautizados están directamente involucrados en ella con la riqueza de la diversidad de carismas, don del Espíritu Santo (130).



El Papa destaca “la fuerza evangelizadora de la piedad popular” (122), y pone la fuerza profunda de la misión en la relación “persona a persona” (127). Un amplio espacio dedica a la homilía, la preparación de la predicación y la catequesis.

 El cuarto capítulo está dedicado a la reflexión sobre “la dimensión social de la evangelización”
 Un tema muy apreciado por el Papa Francisco “porque, si esta dimensión no está debidamente explicitada, siempre se corre el riesgo de desfigurar el sentido auténtico e integral que tiene la misión evangelizadora” (176). 

 Es el grande tema del vínculo entre el anuncio del Evangelio y la promoción de la vida humana en todas sus expresiones. Una promoción integral de cada persona es lo que impide reducir la religión a un hecho privado, sin ninguna incidencia en la vida pública y social. Una “fe auténtica implica siempre un profundo deseo de cambiar el mundo” (183).
 A esta sección de la Exhortación pertenecen dos grandes temas. El Papa habla de ellos con particular pasión evangélica, consciente que determinarán el futuro de la humanidad: ante todo, “la inclusión social de los pobres”; además, “la paz y el diálogo social”. Aquí juega un papel fundamental el diálogo ecuménico y el diálogo interreligioso.

 El último capítulo, “Evangelizadores con Espíritu”, busca expresar el
“espíritu de la nueva evangelización” (260).
 Este se desarrolla bajo el primado de la acción del Espíritu Santo que infunde siempre y de nuevo el impulso misionero, ayudando a redescubrir sus motivaciones profundas a partir de la vida de oración, en la que la contemplación ocupa el puesto central (264).

 La Virgen María, la “Madre de la evangelización” (284), la “Estrella de la nueva evangelización” (287) es presentada, al finalizar, como el icono del anuncio y transmisión del Evangelio que la Iglesia está llamada a realizar en las próximas décadas, con gran entusiasmo e inmutable amor por el Señor Jesús.

 “¡No nos dejemos robar la alegría de la evangelización!” (83).

 Es un lenguaje claro, inmediato, sin retórica ni subterfugios, el que escuchamos en esta Exhortación Apostólica.

 El Papa Francisco va al núcleo de los problemas que vive el hombre de hoy y que, de parte de la Iglesia, exigen mucho más que una simple presencia. A ella se la pide una diligente acción programática y una renovada praxis pastoral que manifieste su compromiso por la nueva evangelización.

 El Evangelio debe llegar a todos, sin ningún tipo de exclusión. Algunos, sin embargo, son destinatarios preferenciales: “No tanto los amigos y los vecinos ricos, sino especialmente los pobres, los enfermos, aquellos que con frecuencia son despreciados y olvidados… no deben quedar dudas ni subsistir explicaciones que debiliten este mensaje tan claro” (48).

 Como en otros momentos cruciales de la historia, también hoy la Iglesia siente la urgencia de realizar la evangelización a la luz de la adoración, con una “mirada contemplativa”, para continuar viendo los signos de la presencia de Dios en las búsquedas humanas (71).

 El Papa Francisco es el primero de todos en recordar el misterio central de nuestra fe: “No huyamos de la resurrección de Jesús, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. ¡Que nada pueda más que su vida que nos lanza hacia adelante!” (3) A la postre, la que nos está indicando el Papa Francisco es la Iglesia que se hace compañera de camino de cuantos son nuestros contemporáneos en la búsqueda de Dios y en el deseo de verlo”.


+ Luis Armando Collazuol
Obispo de Concordia